Con un billete de metro sin escalas al infierno
las ánimas de almas rectas desfilan sonrientes,
esos que amaron y quisieron sin freno
ajenas a preceptos previos existentes,
los demonios de dos cabezas y apetitos eternos
no supieron donde ubicar a estos alegres silentes
y consultaron al señor del averno
al que sacaron chispas y azufre de su frente
cansado de los que condenan sin descernimiento:
los vestidos de santidad y olor pestilente
obispos, beatas y meapilas cubiertos de cieno
y en un acto de maldad diferente
los devolvió al edén de los amantes.
© Ike
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