En el club de los perros apaleados
aquel donde la ternura se confunde con ladridos
se oyen los arañazos en las puertas
de los que suplican las migajas
a los restos de un banquete al que no son invitados,
desarrapados, heridos y deshechos
pagan a los nuevos con una cruel moneda
vengando en ellos, su propia desesperación,
quemándoles abrigos y corazas
en la soledad de los inviernos de las almas
creyéndose príncipes y princesas de cuento
cuando en la realidad
somos todos un sapo de la charca más.
©Ike