domingo, 7 de septiembre de 2008

Autobiografía inacabada


Un pentagrama en el rostro
ejecuta la sinfonía de una vida,
surcos profundos de heridas sonoras
de sueños de alcoba nunca interpretados
almacenados sin rechistar
en objetos perdidos durante años.
Se cumplen quince mil madrugadas
y un sol distinto a los demás
se cuela por entre los barrotes de sus ojos,
rayos verdes arrasando sus cicatrices
arrancando los tocones de un triste pasado
y aún estando equivocado
despierta a la abrasadora luz;
está en el sitio y el tiempo equivocados
rodeado de tallos frescos de joven pelaje,
pero marcado por sus cenicientas sienes
reivindica su derecho a sonreír
a llorar por lo que quiso y no pudo ser
y no por lo que nunca fue y siempre quiso.
Cara a cara frente al espejo
acaricia sus arrugas en el reflejo,
parece que no es él
pero yo lo reconozco, soy YO.


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